Menstruar, el derecho a la autonomía corporal

Menstruación

Por: Ivett Avendaño

Durante años menstruar ha significado temor y desconocimiento. Tener que escondernos, hablar bajito o pasar vergüenza por “estar en esos días” fueron las consignas con las que aprendimos a gestionar el ciclo menstrual. Nadie nos enseñó que la menstruación va más allá del género, que es una señal de buena salud y que también es un derecho.

Politizar el ciclo menstrual para romper el silencio. Desarrollar habilidades y contar con herramientas que permitan generar prácticas de gestión menstrual[1] adecuadas para cada persona; poder decidir qué producto nos va mejor según nuestra anatomía, estilo de vida y nuestras necesidades; acceder a espacios limpios y seguros, a información adecuada, científica y laica; se trata entonces, de recuperar las narrativas y acciones sobre nuestros cuerpos: el derecho a la autonomía corporal.

“Menstruar es cosa de mujeres”

Entre los estereotipos más comunes sobre el ciclo menstrual está la asociación directa e indiscutible de que menstruar es igual a ser mujer. ¿No es esta premisa un acto discriminatorio de las identidades trans y no-binarias? ¿cómo desvincular el ciclo menstrual de la invención de la mujer?.

Ser mujer, puede significar cosas distintas para cada persona, desde los contextos y las formas en que decidimos relacionarnos. Menstruar, por su parte, es un proceso biológico y cíclico que viven las personas con útero[2]. Entonces, una menstruación digna implica olvidarnos de la universalización de categorías y dar lugar a experiencias diferenciadas.

Además, menstruar como rito de paso para convertirse en “mujer” también es un mito arraigado en la sociedad. Esta idea tiene como consecuencia una serie de cambios sociales basados en los roles de género que vulnera a los cuerpos menstruantes a partir de su función reproductora, así como también aporta a la sexualización de infancias y adolescencias. Menstruar no es un indicador para convertirnos en “madres”.

“Dejar de padecer: la menstruación como señal de buena salud”

En los procesos de aprendizaje, las personas menstruantes nos enfrentamos al miedo de padecer cólicos, de vivir “esos días” tratando de controlar las emociones, de usar ropa oscura para no mancharnos, de dejar de ir a la escuela o de no utilizar los espacios públicos porque no hay agua ni baños limpios. Llegamos a la menarquía[3] con pocos recursos para aprender y administrar los cambios físicos y sociales consecuentes.

La falta de educación integral y la reproducción de estereotipos condicionan la forma en la que se vive el ciclo menstrual. Padecer, casi como dictamen religioso, la menstruación. Sin embargo, es reconocido que cuando las adolescencias e infancias reciben educación pertinente, amigable y científica se impulsa el desarrollo de habilidades para la construcción de prácticas de una gestión menstrual que garanticen su salud y dignidad sin limitar su vida cotidiana.

Al distanciarnos de las miradas patriarcales del ciclo menstrual podemos vincularnos con la lectura de nuestros cuerpos. Conocer para poder decidir. Menstruar como señal de que se están cumpliendo los ciclos hormonales, reconocer que el dolor intenso no es “normal”[4], y que sentirnos cansadas o sensibles confiere el balance hormonal necesario para gozar de buena salud.

“Menstruar es un derecho”

En los últimos años, diversas iniciativas de la sociedad civil han impulsado el reconocimiento de la justicia menstrual[5] como la deuda de los Estados con los cuerpos menstruantes. Durante la Cumbre de Nairobi en 2019, la Dra. Anne Kihara, Presidenta de la Federación Africana de Ginecología y Obstetricia (AFOG), puso sobre los temas de discusión el acceso universal a la salud menstrual como una consideración clave para los objetivos de desarrollo de la Agenda 2030. En este espacio, se defendió la urgencia de reconocer la pluralidad de los cuerpos menstruantes, las infancias, adolescencias y juventudes y de priorizar la salud menstrual de forma amplia y no solo en el manejo de la higiene menstrual.

“La gestión de la salud menstrual incluye factores sistémicos y socioculturales que son esenciales para el desarrollo: desde la nutrición y el medio ambiente, hasta el género, la equidad y los derechos. Un enfoque de curso de vida para el manejo de la salud menstrual es valioso en todas las etapas.” (Kihara, 2019)

De acuerdo a estimaciones del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y del Banco Mundial[6] de los 1800 millones de personas menstruantes en el mundo, 500 millones no tienen acceso a instalaciones adecuadas para gestionar oportunamente el ciclo menstrual, en particular, en México el 23% de las escuelas no cuenta con agua potable, esto significa que la muchas adolescencias y juventudes experimentan un ciclo menstrual sesgado por la limitación de derechos humanos universales, como lo es, el derecho al agua y saneamiento, el derecho a la educación integral en sexualidad, el derecho a la salud, entre otros.

Entre los avances nacionales recordamos la eliminación del Impuesto al Valor Agregado (IVA) a los productos de contención menstrual, así como la reforma al artículo 114 de la Ley General de Educación, que promueve la introducción de educación menstrual y el acceso gratuito a productos como tampones o toallas sanitarias en todos los niveles de educación básica y media superior del país.

Si bien estas premisas promueven paulatinamente la construcción de entornos favorables para las personas menstruantes, aún existe un largo camino para alcanzar la justicia menstrual. Es necesario diseñar políticas públicas basadas en evidencias y datos estadísticos que reconozcan las particularidades de cada persona, es decir, garantizar el acceso al agua potable, a insumos de higiene como el jabón y el papel de baño, a educación integral e intercultural, el derecho a la privacidad y a la participación política; se trata entonces de generar condiciones mínimas para que la experiencia de menstruar culmine en el ejercicio pleno de ciudadanía y autonomía.

La perspectiva de juventudes en la menstruación digna

En Elige Red, hemos apostado por el abordaje de la menstruación desde una mirada no-adultocéntrica que priorice la experiencia y los saberes de las juventudes. Dentro del proyecto “Menstruación digna”, puesto en marcha desde el año 2021, creamos espacios de diálogo intergeneracionales para compartir saberes y experiencias entre los cuerpos menstruantes, ¿qué nos hubiera gustado saber antes de menstruar?, ¿cómo acompañamos la menarquía desde la ternura y la escucha?.

Crear espacios y redes de afecto para preguntar sin miedo ni tabúes, para enseñar y aprender de la diferencia, apostando por hacer de la memoria una herramienta para resignificar la experiencia y la agencia política de las personas, pero, sobre todo, para garantizar que las adolescencias tomen decisiones sobre sus cuerpos de manera informada y segura. Al crear y promover estos otros espacios formativos, se abre camino para abordar la sexualidad[7] desde manera integral, y por lo tanto, para desestructurar los conocimientos coloniales y hegemónicos sobre los cuerpos.

La urgencia de que menstruar sea un derecho humano, se fundamenta desde la perspectiva de juventudes para reconocer que las infancias y adolescencias deben acceder a garantías educativas, de salud y a entornos que favorezcan la autonomía progresiva el autoconocimiento; es además una apuesta pedagógica y de generación-recuperación de conocimientos y saberes sobre nuestras cuerpas; se trata de una demanda por la soberanía de los cuerpos menstruantes.

Referencias bibliográficas

Kihara Anne, 2019, “Salud menstrual y derechos de las mujeres”, International Federation of Gynecology and Obstetrics, Disponible en: https://www.figo.org/es/news/salud-menstrual-y-derechos-de-las-mujeres

Parra Ordoñez, S. (2020). Menstruación: de los imaginarios a la imaginación, en Estudios Artísticos. Vol. 6 Núm. 9. Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Colombia. pp 280-291

UNICEF, 2017, “El camino al empoderamiento de las niñas en América Latina y el Caribe”. Recuperado de: https://www.unicef.org/lac/media/1436/file/PDF%20El%20camino%20al%20empoderamiento%20de%20las%20ni%C3%B1as%20en%20Am%C3%A9rica%20Latina%20y%20el%20Caribe%3A%205%20Derechos.pdf

  1. En el año 2017 la UNICEF establece la definición de gestión menstrual como el uso de materiales o productos limpios y accesibles para el manejo y administración del flujo menstrual. Además, la gestión menstrual incluye la higiene corporal en estándares mínimos como el acceso al agua potable, jabón, así como garantía de instalaciones para desechar los productos usados.
  2. Reconocemos también que existen corporalidades que por motivos de edad, salud u otros, ya no viven o no llegan a vivir el ciclo menstrual.
  3. Se llama menarquia al primer sangrado que viven las personas menstruantes, generalmente entre los 8 a 15 años.
  4. Durante el ciclo menstrual se pueden experimentar cólicos o dolores ligeros, síntomas que varían según cada cuerpo. Cuando el dolor experimentado limita la vida cotidiana o únicamente se puede manejar consumiendo altas dosis de analgésicos, es recomendable visitar los servicios de salud.
  5. Elige Red comprende la justicia menstrual como una herramienta interseccional de análisis para impulsar el derecho a menstruar dignamente, y promover el acceso a entornos habilitantes para las personas menstruantes desde una mirada feminista.
  6. Banco Mundial. La menstruación causa ausentismo escolar de las niñas en el mundo. Disponible en: https://blogs.worldbank.org/es/voices/la-menstruacion-causa-ausentismo-escolar-de-las-ninas-en-el-mundo
  7. La sexualidad es una parte normal, saludable y natural de nuestras vidas. Va más allá del erotismo, el placer y la intimidad, también se experimenta al decidir nuestras formas de vivir los vínculos afectivos, decidir cómo expresarnos al vestir, caminar y relacionarnos con los demás, y al elegir la manera en la que queremos vivir nuestra capacidad reproductiva. Para más información consultar el documento Bases conceptuales de Elige Red sobre Menstruación Digna en www.eligered.org

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